Tartanedo

Tartanedo es un municipio español de la provincia de Guadalajara, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Tiene una superficie de 148,29 km² con una población de 150 habitantes (INE 2015) y una densidad de 1,03 hab/km². Consta de cinco núcleos urbanos que son: Amayas, Concha, Hinojosa, Labros y Tartanedo.

Tartanedo

Lo primero que se admira al acercarse a la iglesia parroquial es la portada románica con capiteles de fieros y contundentes animales quiméricos. En su interior, detalles de todas las épocas: una pila románica, unas bóvedas góticas, unos altares renacentistas, retablos de tallas y pinturas manieristas, barrocos, neoclásicos, etc; y la joya suprema, sin duda: la colección de Ángeles Virreinales que en el altar de San José y capilla adjunta se muestran hoy, recuperados, como pieza singularísima del patrimonio artístico molinés y provincial.

En su término municipal se pueden observar la Cruz de Canto al extremo del Eido, o la ermita de San Sebastián con sus dos niveles constructivos, más los retablos (ya desaparecidos) de San Gil, además de los pairones del término, de los palacios y escudos de Obispos y Señores, de la gran fuente neoclásica que regaló el obispo Fernández, hijo del pueblo.

Personajes de relieve

Entre los hijos de Tartanedo, que como cualquier lugar de nuestra España puede mostrar nombres y biografías de gentes que se esforzaron y promovieron mejoras para el país.

Surgen un par de obispos, un catedrático, algunos poderosos ganaderos e indianos, y una monja que ha alcanzado el grado de beatificación y que en vida ayudó (fue la mano derecha, en realidad) a Santa Teresa de Jesús en su tarea fundadora.

Tartanedo

Salta a la vista como personaje clave el obispo (que lo fue de Cádiz), Javier de Utrera y Pérez, originario de Castilnuevo, pero nacido en Tartanedo, donde su abuelo dejó construida una “casa grande” que es hoy admiración de quien se planta ante ella. El otro obispo, Vicente Fernández Jiménez, que lo fue de Astorga primero (donde lidió con Napoleón Bonaparte) y de Zaragoza después, da paso a la figura de Sor María de Jesús López Ribas, de familia sonante en Tartanedo, propietaria ella misma de casonas y tierras, pero entregada a la causa carmelitana en el siglo XVI junto a Teresa de Cepeda, alcanzando el glorioso apodo de “El letradillo de Santa Teresa” pues la ayudaba en todo, especialmente en lo tocante a las escrituras y recados.